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Recuerdo no hace mucho tiempo atrás cuando me inicié como hermano "ordil" de la Orden de la Flecha. Recuerdo muy bien con detalles mi ordalía, de como era que el sol se mezclaba con el agua del lago por la mañana, y de como el rocío de la mañana bajaba por las paredes de mi caseta. En ese momento me dí cuenta del reto que estaba próximo a aceptar; ser un hermano de la Orden de la Flecha. Me acuerdo también de que seguí las instrucciones al pié de la letra, de que escuché todas y cada una de las órdenes de mi consejero; inspiraba confianza, pero a su vez mucho respeto; y noté que quería ser similar a él en un aspecto: ser hermano de la Orden de la Flecha.

Con el pasar del tiempo sellé mis lazos de hermandad, todavía aún sin imaginarme del gran reto que me sigue esperando todavía, hoy día presente. Trabajé en todas las ordalías que podía porque me gustaba, me gustaba ser como aquel consejero que guió mis pasos por el camino oscuro del desconocimiento hasta el "ordeal site".

De momento una gran desilusión surgió ante mis ojos; no podía creer lo que estaba viendo, ya no se tenía el mismo respeto al consejero que antes, el ordealmaster no era más que un objeto puesto en la sala de una casa; se usaba solo para adornar. Los Jefes de Capítulo no le mostraban el interés que se merecía la ordalía, pero... ¡no puedo creerlo!, es una ordalía, ¡respeto!, ¿por qué está pasando esto?, ¿Por qué hay tan pocos hermanos brotherhood?, si me acuerdo que mientras celebraba mi ordalía podía perder la cuenta de los hermanos que querían sellar sus lazos de hermandad.

Llegó el momento con el pasar del tiempo en que los hermanos brotherhood por inducción los podía contar con los dedos de mis manos y una de mis amigos. Habían más hermanos Vigilia en una fila, que candidatos que quisieran sellar sus lazos de hermandad en el otro. ¿Dónde estaban aquellos otros 8 que se iniciaron conmigo?, ¿Se habrán mudado o solo eran estafadores de parcho y bandas de ordil?. Que gran desilusión el saber que estaba solo, solo en el lugar donde se supone que sea W.W.W., en donde esperaba que todos los que estaban conmigo me acompañaran a mi ceremonia de hermandad, ¡iba a ser nuestra ceremonia! Pero el tiempo pasó y los recuerdos se iban borrando como viento sobre las arenas del desierto, parece que las ordalías se convertían eso, parece que solo eran palabras escritas en la arena, que estaban allí mientras el viento no soplase.

Fui creciendo dentro del escutismo y de la orden, y seguí viendo lo mismo, la misma historia, las mismas palabras, la misma arena. Solo volvían a la ceremonia de hermandad aquellos que lograban convertirse en piedra durante su inducción a ordil, piedras que ni aún el viento más fuerte era capaz de borrar; sí, las podía mover, pero no las podía borrar. Fue para mí una esperanza, pensé que era  una nueva cosecha, un nuevo amanecer, un sentimiento de antaño en donde recordé de nuevo las gotas del rocío que bajaron por mi caseta en la fecha de mi ordalía.

Quise seguir creciendo en la orden, me hice vicejefe de capítulo, con la esperanza de volver a rescatar aquello que tanto deseaba, el verdadero sentido de la ordalía y "brotherhood". Pero como a un pájaro se le priva el vuelo con el sonido de una escopeta, así caí yo contra el suelo; de los más alto, al suelo de la indiferencia. Era algo que aunque tratare, no podía arreglar , no tenía el suficiente apoyo de los demás, no conocía muchos hermanos, y, los pocos que conocía no venían o se habían ido con el vientro del desierto, a caer en otro lugar sin ser visto.

Quise seguir mi sueño, realizar de nuevo una ordalía en donde todo el mundo se sintiese orgulloso de haber ido, entonces, me hice jefe de capítulo. Pero entonces ya más grande era mi decepción, no podía hacer nada, son muy pocos los que estaban conmigo, eran pocos los que querían ayudarme a realizar mi sueño, un sueño similar al que ellos tenían. Entonces, juntos comenzamos a caminar por el mismo trillo, el trillo en donde con el pasar del tiempo muchos se cansaron y pocos seguimos. Los demás dieron la vuelta, o simplemente se quedaron esperando a que alguien los buscara.

Que malo era pensar en esa frustración, en eso que se ofrecieron a seguir y dieron la espalda. ¡Señor mío! ¿Por qué? ¿Por qué nadie quiere seguir? No es tan difícil, solo hay que caminar y no permitir que nada detenga nuestro paso, es tan fácil de seguir el camino, que el único que se pudiera perder era porque tenía los ojos cerrados.

Entonces alguien me llamó, ¿Quieres seguir tu sueño?, "Ayúdame, creo que tu y yo tenemos los mismos sueños". Entonces me convertí de la noche a la mañana en el Elangomat. ¡Ahora podía finalizar mi sueño! ¡Ahora podía lograr lo que tanto había deseado! Puedo ponerle fin a una osadía que impedía el progreso de mi logia, podía ayudar a los demás enseñándoles el secreto de ser piedra, el secreto para que el viento no se los llevara con el, como toda la arena que había en el desierto. Ahí comencé mi sueño de nuevo, pero no lo había terminado, faltaban más cosas, faltaba esperar a ver quien el viento se iba a llevar. Mientras me entontraba en esa espera, fui reconocido con lo más alto, era el precio de haber perseguido, aún todavía sin éxito, el sueño con que siempre he anhelado conseguir. Pero algo más se desató en mi mente: ¿Dónde están los demás? ¿Dónde están los que dicen haber trabajado?, no puede ser...

Luego fui llamado a lo que entonces sería la última oportunidad de mi vida, la última vez quer pudiera hacer algo por mi logia, algo para completar mi sueño. Entonces, hoy me encuentro yo aquí, escribiéndote a ti hermano que me lee, la historia de mi sueño, lo que quisiera obtener como última oportunidad. ¡Ayúdame! Dame la oportunidad como Jefe de Logia de poder realizar mi sueño y sentirme realizado.